lunes, 12 de marzo de 2007

EL COLOMBIAN DRINK

Pues si, drink, porque hay que tomarse unas buenas cervezas para bajar este trago amargo. Y es que después de esperar tantos años por la siguiente película de Aljure luego de "La gente de la Universal" (una de las mejores, si no la mejor película colombiana no bien se acabó FOCINE), queda uno con un mal sabor.

Para empezar, el tema es de un trillado hasta ofensivo: drogas, narcotraficantes, secuestro. Y no es sólo que haga uso de estereotipos rápidos en el cine. Al fin y al cabo, las absurdas pepas tricolor son tan sólo el Macguffin de la trama. Lo que se llega a extrañar es la colombianeidad de la que tan buen uso se hizo en "la gente" y que aquí brilla por su ausencia. Los personajes no tiene ninguna patria, son hijos de las películas mismas, lo único que los acerca al nivel de colombianos es la abundante y casi siempre innecesaria utilización de groserías a lo largo de la cinta. Aljure trabaja una historia que a él mismo le quedó grande, incluyendo un sinfín de personajes que termina olvidando mientras transcurre la película, para solucionarlos en dos pinceladas al final. Recomendado Jesús Elvis. Aunque adolece de la misma condición de personaje sin patria que sus compañeros, parece el único acorde al tono caricaturesco de la cinta. Bueno, el papel de Ana María Orozco se acerca también. Los demás se tomaron muy en serio una película que era más caricatura que reflejo social (lo cual no está mal,sólo que debería ser claro desde un principio).

El personaje que es el hilo mal conductor es la voz en off de un niño abortado. Que personaje tan innecesario en la historia del cine, Diosmioesquenohayderecho. Alguien tan prescindible en un relato sólo lo explica el miedo del escritor-director por hacer clara una historia que maneja tantos personajes e historias. pero este recurso, más que aclarar, confunde, queriendo ( con un tono de poeta de la candelaria) presentarnos a los protagonistas en menos de 5 minutos. No señor. Los personajes los definen sus acciones, no un narrador. Aunque, recuerdo mientras escribo, más prescindible que este niño fue el ángel del principio. ¡Que fue eso! ¿A que venía? le da pepas a los protagonistas y se va. ¿Perdón? Lo había olvidado, así de insulso fue.

¿Visualmente? No se puede hablar de una propuesta, a menos que esta fuera una película de la onda underground de los setenta, donde estos recursos eran ampliamente usados. Alguien le hizo el favor de presentarle a Aljure Adobe After Effects, donde el exceso de efectos que se pueden realizar sin duda deslumbraron al otrora respetable director. Eso y el lente de ojo de pescado que alguien le regaló y que se pasea gratuitamente a lo largo de la película. Los efectos deben estar al servicio de la historia, y no al revés. No tenía nada que hacer la división de pantalla en varias partes de la cinta, al igual que sobraban los letreros de información al estilo de las viejas películas mudas. A rescatar, y algo que se esperaba más, fueron secuencias como aquella en la que se incluía una entrega de droga al son y cantar del himno nacional. O, en menor medida, la escena de musical cuando los gemelos y su prima se entregan a un frenesí de consumo.

Para olvidar, varias actuaciones. Como la sobreactuación de la señora que le roba pepas a su hijo, la subactuación de la prima de los gemelos, la injuzgable (por poca) actuación del español responsable de una estación de radio que nada hizo por una película que, al igual que su narrador, nació muerta.

Pues si. El balance fue más bien desalentador. De lo poco bueno es que no sale La Santo Domingo. Es que hasta la policía sale tan bien que sale mal. Mejor alquílela pirata, antes que la prohiban.

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