lunes, 12 de marzo de 2007

WEBARGAS

No se si estoy condenado a la grandeza. A diferencia de los célebres personajes sobre los que suelo leer, yo no era pobre en la niñez. Así que mientras varios de mis héroes solían caminar varios kilómetros para ir a estudiar, leer a la luz de una vela o trabajar desde niños, mi mayor problema consistía en que siempre olvidaba las onces. Pero se cosas, dos o tres (tres, ya las conté), que me generan a su vez el triple de dudas.

UNO
Es ya del saber común que la naturaleza de la mujer es ignorar a quien la quiere y fijarse en el hombre inadecuado. Y, me pregunto yo: ¿Y cómo carajos hago para volverme inadecuado? Soy increiblemente inadecuado, joder! Mujeres, a por mi. Bebo, fumo, no trabajo, no estudio, no leo, una nulidad en la cocina y en la pista de baile.No es fácil soportarme. Lo digo porque me conozco.Lo que me falta de atractivo lo compenso con dejadez. El único sentido de humor que conozco es el negro y mi pesimismo no conoce parangón . (Esta última palabra tuve que confirmarla en la enciclopedia).
Crece uno su adolescencia bajo ciertos imaginarios culturales acerca del buen vestir, ser y hablar, para que vea uno a la mujer que le gusta salir con un degenerado que parece estar haciendo la carrera de vagabundo ya en quinto semestre.


DOS
No creo en los éxitos fáciles. No para mi. Hay gente con estrella, la conozco, y que le va bien, pero no a su servidor, mis amigos. Pero esa circunstancia hace que los logros sean más celebrados cuando llegan. Y no me refiero a las grandes cosas de la existencia, sino a los pequeños eventos de la vida. Por ejemplo: Llevo ya varias semanas intentando beberme unas cervezas con este señor, pero parece que el Universo, al contrario de la premisa de Coehlo, conspirara en mi contra, situación que hace más interesante y meritoria la futura ingesta de alcohol. Un viernes no pude cuadrar la reunión, otro día se le dañó un computador al señor, otro día hubo paro de transporte, y la última vez que tratamos había ley seca. Y no es un caso aislado. Hace meses prometí un DVD al visitante número 1977 (Luego de eso empezaron las visitas a "aparata" de cero otra vez). En fin, llevo unos cuatro o cinco intentos y nada que puedo hacer llegar el premio al ganador. No me estoy quejando, prefiero tener perseverancia que tener suerte. Es sólo que, por una vez, aunque sea una sola vez, me gustaría saber que se siente que a uno las cosas le salgan bien.


TRES
Espero no herir sensibilidades, pero es que este tema no me dejará dormir si no lo escribo. Y no es por lo trascendente, sino precisamente por lo contrario. Y si me he abstenido de escribirlo ha sido más culpa de mi memoria que de mi coraje. Pero ha llegado el momento. Me senté frente al computador y el recuerdo vino raudo a mi como miembro de una barra brava huyendo de su colega en el lado opuesto del espectro de la afición. Los gatos. Son feos, carajo, como si los bebés humanos pudieran nacer con pelo y uñas largas. Son tan misteriosos como un Kinder Sorpresa: NO más de 10 segundos. Se parecen más a un vagabundo que mendiga comida cuando tiene hambre que a un ser lleno de enigmas y secretos. por principio dudo de la capacidad paternal de alguien que tiene un gato. Siempre son las mismas frases de cajón, acerca de que a un gato no hay que cuidarlo tanto, que son cariñosos (falso, si un gato se le acerca cuando ud esté en la cama, con seguridad es porque le gusta su cama). Inspiran la misma confianza que un Testigo de Jehová. Y esa falta de entrega al cuidado de una mascota que manifiestan las personas que he conocido con gatos me ha asustado acerca de su futuro como padres. Conozco un niño criado en un hogar de amantes de gatos, y el crio es de una desobediencia tal que en más de una ocasión le he revolcado el cabello en busca de los tres números 6 en su cráneo. Pero bueno, talvez fui injusto con los gatos. la verdad, hay gente que suele tener mascotas. No soy de esos. Aunque admito que no tengo muchas cosas malas que decir acerca de los perros.

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